Un moscardón azul teje la siesta
sobre los cuatro rumbos de la tarde
anda un cansancio de sol por los caminos
que se mete en los ríos de la sangre.
En el yunque del pasto las chicharras
van rompiendo pedazos de la tarde
y yo estoy parado aquí sobre mi sombra
con las venas abiertas en el aire.
Pasa su piel rosada en una nube
pinta un ceibo su boca de ansiedades
y su cabello se desfleca al viento
sobre el maremar de los trigales.
Cada aroma sutil es un deseo
en esta soledad de soledades.
Y yo estoy parado aquí sobre mi sombra
con las venas abiertas en el aire.
Un moscardón azul... teje la siesta
sobre los cuatro rumbos... de la tarde
anda un cansancio de sol por los caminos
que se mete en los ríos de la sangre.
Cada aroma sutil es un deseo
en esta soledad de soledades.
Y yo estoy parado aquí sobre mi sombra
con las venas abiertas... en el aire.
ANOCHECIDO OTOÑO
ResponderEliminarAnochecido otoño,
¿son azar esas gotas,
lentas resbaladoras
por el cristal abajo,
mientras solloza el hierro?
¿Son agua sin destino,
vacías de misión,
huérfanas de unos párpados,
de un alma, de un dolor?
¿Son nada, son la lluvia
en una ventanilla,
mientras que corre el tren
deseándole al alma
todo lo que quería?
No, no son gotas vanas.
Un ansia de llorar,
unos ojos ardiendo
desde un alma transida,
las miran deslizarse.
Y se paran las lágrimas
que en su borde temblaban:
no salen, no hacen falta,
ya tienen otra forma.
Porque allí en el cristal,
con lágrimas de lluvia,
de Dios, de cielo, está
sin que lo vea nadie
llorando un alma humana.
Antonio Illan