martes, 9 de noviembre de 2010

Ayn Rand.


“En nombre de lo mejor que hay en ti, no sacrifiques este mundo a los peores. En nombre de los valores que te mantienen con vida, no permitas que tu visión del hombre sea distorsionada por lo feo, lo cobarde, lo inconsciente en aquellos que nunca han conseguido el título de humanos. No olvides que el estado natural del hombre es una postura erguida, una mente intransigente y un paso vivaz capaz de recorrer caminos ilimitados. No permitas que se extinga tu fuego, chispa a chispa, cada una de ellas irreemplazable, en los pantanos sin esperanza de lo aproximado, lo casi, lo no aún, lo nunca jamás. No permitas que perezca el héroe que llevas en tu alma, en solitaria frustración por la vida que merecías pero que nunca pudiste alcanzar. Revisa tu ruta y la naturaleza de tu batalla. El mundo que deseas puede ser ganado, existe, es real y posible; es tuyo. 

“Pero ganarlo requiere de una dedicación total y una ruptura total con el mundo de tu pasado, con la doctrina de que el hombre es un animal de sacrificio, que sólo existe para el placer de otros. Lucha por el valor de tu persona. Lucha por la virtud de tu orgullo. Lucha por la esencia del ser humano: su mente racional y soberana. Lucha con la radiante certeza y la absoluta rectitud de saber que tuya es la Moral de la Vida y que tuya es la batalla por cualquier logro, cualquier valor, cualquier grandeza, cualquier bondad, cualquier alegría que alguna vez haya existido en esta Tierra.

“Vencerás cuando estés listo para pronunciar el juramento que yo hice al comienzo de mi batalla. Y para aquellos que quieran conocer la fecha de mi retorno, voy a repetirlo ahora, para que lo escuche el mundo entero: 

‘Juro por mi vida, y mi amor por ella, que jamás viviré para nadie, ni exigiré que nadie viva para mí’.”

La rebelión de Atlas.
Ayn Rand.

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